La Sociedad Red y la 
desafección por la política
por David Casacuberta/Antoni Gutiérrez-Rubí
La Sociedad Red, con el
incremento de las posibilidades tecnológicas de consulta, participación, debate
y decisión, se enfrenta con una creciente desafección por la política. Ya no
podemos meter a todos los abstencionistas en la playa el día de las elecciones
y venderlos como personas egoístas y desinteresadas.  
En personas tan activas
en la red, la diagnosis debería ser una frustración y decepción por la política
real. Son ciudadanos exigentes, interesados por propuestas cotidianas y no
grandes esquemas teóricos, no se reconocen en los lenguajes crípticos y
alejados de la política formal, subraya este trabajo de Casacuberta y Gutiérrez
en la última edición de razonypalabra.org.mx. 
 Cómo las nuevas
tecnologías están transformando la participación ciudadana
¿Por qué nos aferramos a soluciones
antiguas, que claramente son obsoletas?
 Si los lapsus linguae individuales
nos ofrecen indicaciones sobre las preocupaciones, deseos y obsesiones de una
persona, cuando es una sociedad la que usa de forma peculiar un término,
estamos abriendo una ventana a su inconsciente colectivo. Hay uno que llama
mucho la atención y que me resulta especialmente significativo: el uso erróneo,
pero cada vez más sistematizado del término paradigma. 
 La prensa está obsesionada en
establecer cómo la crisis económica actual está generando un nuevo “paradigma”.
De la misma forma, el calentamiento global ha generado “un nuevo paradigma”.
Con este término sin duda quieren decir que la situación ha cambiado, pero eso
no es lo que significa el término “paradigma”. Cuando hablamos de un
“paradigma” lo que queremos decir es, a grandes rasgos, un modelo teórico, una
forma de comprender la realidad. 
 Cuando se abandona el paradigma
actual por uno nuevo ello significa que nuestra visión del mundo, nuestra forma
de acercarnos a la realidad, ha cambiado. El ser humano es conservador en sus
esfuerzos o, si prefieren, todos somos bastante perezosos, de manera que los
cambios de paradigma no son algo común, y acostumbran a venir forzados por un
cambio en la situación. 
 De hecho, el origen del uso actual
del término se debe al filósofo de la ciencia Thomas S. Kuhn que quería
explicar cómo se daban revoluciones en ciencia, de qué forma, los científicos
enfrentados a una desviación cada vez más radical de su modelo con el
comportamiento de la realidad se veían finalmente obligados a tirar el
paradigma original a la basura y buscar otro.
 Nuestra sociedad actual ha decidido
que un cambio de paradigma es un cambio de situación. No hace falta pues,
pensar nuevos modelos para comprender la realidad. Se trata de seguir aplicando
las mismas soluciones tecnocráticas de siempre, corridas un poquito en el
espectro hacia la izquierda o hacia la derecha, pero sin grandes aspavientos.
 Sin embargo, el cambio de situación
es bien real. Y está pidiendo a gritos un nuevo paradigma. Uno clave es, sin
duda, la participación democrática. Cada vez más personas hacen ejercicio de
una abstención crítica en relación a la política, tanto a nivel local, como
autonómico como nacional -por no hablar de los terribles datos de participación
en las últimas elecciones europeas. Los analistas siguen hablando del “efecto
playa” o de cómo votar por Internet solucionaría mágicamente todos los
problemas.
 ¿A
qué se debe esta falta de imaginación -o esta pereza- a la hora de reconsiderar
posibles soluciones a los diferentes problemas que nos amenazan?. Sin duda las
causas son muchas y variadas, y analizarlas en detalle requeriría una
enciclopedia.
  Me gustaría por eso apuntar a
dos cuestiones que me parece clave. Parte del problema es una cuestión general
relacionada con la forma en que nos representamos a nosotros mismos como
sociedad; la otra tiene mucho que ver con la forma de considerar las nuevas tecnologías.
 Tradicionalmente, nos hemos
representado nuestra sociedad desde el pasado. Nuestros antepasados se
cohesionaban como grupo a partir de un mito colectivo que explicaba un origen
común, que permitía a su vez entender una serie de características del grupo.
 A partir de la Ilustración, esta
tendencia cambió, y lo que caracterizaba a una sociedad era qué quería llegar a
ser en el futuro. El mundo en el que vivimos ahora es en buena parte resultado
de esos sueños de cómo se viviría en el futuro. Aquellas predicciones de la
ciencia-ficción de cómo sería nuestra vida, son en buena parte profecías
autocumplidas, con científicos, ingenieros y pensadores inspirados por utopías
-o repelidos por distopías buscando su cumplimiento o su desaparición. 
 Desde luego, buena parte de esas
utopías, especialmente las tecnológicas, venían con pasajeros inesperados. En
la ciencia-ficción vimos los teléfonos móviles, pero en ninguna aparecía esa
persona especialmente insoportable que se sienta a nuestro lado en el tren y se
pasa todo un viaje gritándole al teléfono una conversación insubstancial.
 Tampoco aparecían los excluidos
digitales, los spams nigerianos, o los vídeos virales de YouTube. Para bien o
para mal, esa capacidad de imaginar el futuro ha desaparecido. Y nuestro mito
común del pasado tampoco nos resulta atractivo, de manera que nos hemos quedado
estancados en un presente burocrático en el que la única solución que se nos
muestra para enfrentarnos a estos nuevos problemas es volver a lo de siempre.
 Esta falta de imaginación es
especialmente exasperante cuando hablamos de nuevas tecnologías digitales.
Espero que no les importe un pequeño Einstein para explicarlo. 
 Cuentan que en su época de profesor
en Princeton, el profesor asistente fue a visitar a Einstein para que le
entregara los enunciados de los exámenes que tenía que poner a los alumnos.
Einstein le entregó un papel y el estudiante le respondió preocupado:
- Profesor Einstein: Este examen es el
mismo del trimestre pasado.
- ¿Y cuál es el problema? Respondió
Einstein en tono divertido.
- Bueno… -indicó el profesor algo
sorprendido- ¡Son las mismas preguntas!
- Efectivamente, son las mismas preguntas,
pero las respuestas son diferentes.
 Nuestros políticos, cuando se meten
en el mundo de las nuevas tecnologías, se parecen mucho a este profesor
asistente, oscilando históricamente entre una de estas dos posiciones:
 1) Las nuevas tecnologías son una
cosa nueva, y por lo tanto sólo sirven para cosas nuevas: fascinantes
innovaciones científicas, grandes proyectos industriales; nada que puede
resultar interesante o en el que podamos implicar al ciudadano común.
 2) Sólo hay una forma de tratar los
problemas y es de la forma tradicional. Las nuevas tecnologías nos permiten
seguir utilizando esas mismas soluciones sólo que de una forma más eficaz y
rápida.
 Los autores de este texto hemos
manifestado varias veces, tanto en tándem como en separado que la introducción
de las tecnologías de la información y la comunicación (o TIC’s) en los
procesos de participación (eParticipación) no significan crear un nuevo tipo de
participación, sino simplemente más participación.
 En ese sentido, rechazamos el
planteamiento que arriba hemos marcado como 1). No se trata de crear complejos
proyectos tecnológicos como el famoso -y nada funcional- concepto de
e-plebiscito, en el que los ciudadanos de un país del futuro se levantarían
cada día y -después de desayunar y antes de irse al trabajo- se mirarían
brevemente una terminal en el que votarían sobre diversos temas de política
local y nacional.
 Ello no significa simplemente
quedarnos con el acercamiento simplón de seguir haciendo las cosas como hasta
ahora, sólo que más rápido y más eficiente, que parece ser que la única visión
de TIC’s y participación que tienen los políticos ahora que el nuevo futuro
tecnológico se ha hecho presente y los grandes megaproyectos digitales no
parecen interesar a nadie.
 Tenemos que cambiar así nuestro
paradigma en relación a TIC’s y participación. No se trata solamente de ir a
votar cada 4 años digitalmente en lugar de ir presencialmente, o de ver las
sesiones de parlamento en streaming en lugar de que nos inviten a estar allí.
 Con el acceso a las TIC’s empezamos
a ver un cambio en la participación de la ciudadanía, que tienen multitud de
nuevas herramientas para participar individualmente o en conjunto. Es un cambio
de cultura y de hábitos cotidianos, un cambio en la manera de
relacionarse y de observar el mundo que les rodea.
 En primer lugar, disponemos de
nuevas herramientas, todas las aplicaciones asociadas al concepto de Web 2.0,
esa Web que permite la colaboración colectiva de una forma descentralizada, han
sido usados por los ciudadanos para potenciar y mejorar sus posibilidades de
participación. Así, blogs, redes sociales, nanoblogs como Twitter, vídeos,
comunidades para compartir contenidos como Flickr o YouTube… que han permitido
que la ciudadanía no sea solo receptora de información sino también emisora.
 Los ciudadanos se han acostumbrado
a esta forma de vida y a esta manera de comunicarse, a generar sus propios
contenidos y a compartirlos y dialogar. Es por eso mismo que quieren ser
escuchados por las administraciones, porque entienden que debe ser
así.
 Por primera vez pueden participar
democráticamente en lo que los rodea, sin tener que esperar a las elecciones.
Los ciudadanos, si así lo desean, tienen a su disposición herramientas que les
permiten publicitar sus propios pensamientos y darlos a conocer, interactuando
con otros muchos ciudadanos conectados de manera horizontal, de tú a tú.
 Es una cultura de diálogo y de
buscar el diálogo, de compartir ideas y conocimientos. Lo que hacen diariamente
a través de la red con sus amigos y familiares es lo que quieren seguir
haciendo en la vida ciudadana: participar, opinar, ser escuchados y valorados.
 Así pues, son los ciudadanos, con
casi ningún reconocimiento o interés por la clase política, los que están
generando este nuevo paradigma de comprensión de la participación democrática,
basado en la Web 2.0, mientras la comunicación política sigue siendo en buena
parte un modelo 1.0, un sistema vertical de comunicación en el que el ciudadano
es básicamente usuario, consumidor y receptor de información, y la interacción
está muy limitada a mínimos momentos muy concretos.
 Afortunadamente, la necesidad de
cambio es cada vez más fuerte en la administración, y son cada vez más voces
internas las que apuntan a la necesidad de crear una cultura mucho más
horizontal de colaboración y comunicación entre los ciudadanos y sus
representantes.
Existe una nueva cultura de cambio social
que impulsará a las administraciones (de todos los niveles) y a las
organizaciones (profesionales, económicas, políticas, culturales académicas…) a
ofrecer una respuesta organizada, fiable y solvente ante las expectativas de
cambio y demanda de mayor transparencia y participación por parte de la
ciudadanía.
 Este nuevo paradigma implica
también un cambio de perspectiva en la forma de entender la participación
política. La participación política que ofrecen las TIC ya no está dirigida
desde una perspectiva ideológica. La forma de entender los procesos de
colaboración y creación colectivas son mucho más plurales, implican múltiples
perspectivas, se trata de una socialización mucho más cultural y emocional que
no meramente ideológica, en el que se pueden compartir una serie de objetivos
con un militante clásico de izquierdas aunque la persona en cuestión se sienta
más cómoda con un modelo económico literal. Igualmente,
un firme creyente en la redistribución de la riqueza pueda colaborar con
personas de derecha clásica en un proyecto social de inspiración
religiosa. 
 Cada día en la red suceden
fenómenos similares, sin que a nadie se le caigan los anillos.
En paralelo, nos encontramos ante un hecho muy significativo y a la vez
preocupante.
 La creciente abstención entre los
activistas on-line. Actualmente hay miles de ciudadanos que se expresan en la
nueva cultura de la Web 2.0, utilizándola para fines activistas y, sin embargo
los partidos políticos progresistas no son capaces de incorporar y motivar
electoralmente a esos sectores sociales más dinámicos de la revolución digital.
 El desinterés que siente este
colectivo por la política oficial -manifestado en una abstención y voto en
blanco creciente- es otro síntoma más de la distancia creciente entre lo
emergente y lo renovador y su supuesta representación política.
 Son muy jóvenes (entre los 16 y los
24 años) y representan el 70% de los usuarios de Internet. El 90% se conecta
diariamente a la Red. Les gusta lo inmediato y viven en comunidades y redes
activas. El 80% de los blogueros son menores de 35 años. Y todo ello en un
contexto socio-tecnológico con una cuota de penetración de Internet de casi el
50% de la sociedad, situándonos en la sexta posición en el conjunto de Europa.
 Les interesa la política y lo
social. Pero sobre todo la otra política, la que se ha movilizado, por ejemplo,
en las manifestaciones por la vivienda. El uso de Internet significa para la
mayoría un mayor activismo social (casi el 45% de los usuarios afirman que
participan en actividades de acción social), con implicación en acciones online,
según el estudio Digital Future Report 2007.
 Consumen mucha información digital:
webs, wikis, diarios o ediciones digitales, blogs, feavys y todo tipo de
agregadores de noticias. Les gusta escribir e intercambiar opiniones, fuentes y
referencias; y los liderazgos se ganan y se pierden con facilidad por el mérito
intelectual acreditado por una gran diversidad de elementos cuantitativos
(rankings, seguidores…) y cualitativos.
 Es la meritocracia lo que los
convierte en prescriptores, y no por ninguna posición jerárquica. Que en este
colectivo precisamente esté creciendo el desinterés por la política
precisamente es una muestra clara de que el análisis que justifica el status
quo no se sostiene. 
 Ya no podemos meter a todos los
abstencionistas en la playa el día de las elecciones, y venderlos como personas
egoístas y desinteresadas. En personas tan activas en la red, y con
preocupaciones activistas, la diagnosis debería ser una frustración y decepción
por la política real. Son ciudadanos exigentes, interesados por propuestas
cotidianas y no grandes esquemas teóricos, no se reconocen en los lenguajes
crípticos y alejados de la política formal.
 Hay tsunami en medio del océano…,
aunque no haya llegado con toda su fuerza a la costa. La Sociedad Red, con el
incremento de las posibilidades tecnológicas de consulta, participación, debate
y decisión, se enfrenta con esta creciente desafección por la política que
acabamos de comentar, y choca con esos modelos de participación vinculados
estrictamente a procesos electorales políticos.
 Con este nuevo paradigma llegará
una ciudadanía que va a ser mucho más exigente en la demanda de mecanismos de
participación y decisión en los diversos ámbitos de la vida cotidiana. Los
procesos
electorales, strictu senso, serán una parte (muy importante) de una
dinámica de cambio social que aspira a mayor protagonismo de los
ciudadanos-electores sobre los asuntos públicos.
 Desde las administraciones lo saben
y poco a poco se van creando nuevas herramientas creadas en Internet para dar
apoyo a este cambio de perspectiva. Se realiza de dos maneras, a) las administraciones
difunden el mensaje (YouTube, blogs, webs, nanoblogs…) creando transparencia y
b) se intenta aprovechar estos conocimientos y estas opiniones de la población
generando herramientas participativas, por ejemplo epolitics o Whitehouse.gov
que permitan a los ciudadanos dar su opinión sobre lo que ocurre o las
propuestas de la administración.
 En España tenemos menos ejemplos,
pero podemos mencionar también el proceso consultivo del proyecto Diagonal en
Barcelona
o el buzón de sugerencias del Ayuntamiento de Vitoria.
 Observemos que la parte más
importante de estos proyectos no es ni mucho menos ofrecer una plataforma
digital, sino ser capaz de moderarla y responder en un tiempo razonable. La
generación Facebook está acostumbrada a obtener respuestas rápidas, y tienen
menos paciencia que las precedentes.
 Por otro lado, crear falsas
expectativas de respuesta por parte de la administración para luego recibir
simplemente un breve mensaje genérico “agradeciéndonos nuestra participación” no
facilita la participación sino más bien lo contrario, ampliando la frustración.
 Por otro lado, hay una tercera
manera de participar, y es la que realizan los ciudadanos per se, creando ellos
mismos sus campañas y dando a conocer su mensaje, el cual, si se ha difundido
lo suficiente, será escuchado por la administración. Un ejemplo muy
significativo y reciente es Otras Barcelonas (http://altresbarcelones.blogspot.com/) un
proyecto en forma de blog pensado para que los ciudadanos de esta ciudad
compartan otras visiones de la ciudad que no son las típicas que se ofrecen al
turista.  
 Está pensado desde una perspectiva
horizontal, colectiva, de compartir el conocimiento, y aprovechar ese
conocimiento de una forma activista, mostrando problemas y ofreciendo
soluciones. De esta forma, “altres barcelones” ha creado un movimiento
ciudadano activo para salvar una pintada de la guerra civil española que
indicaba el antiguo nomenclator de la calle Sant Miquel: Miquel Pedrola, un
importante activista del POUM.
 El autor del blog vio como esa
pintada iba a ser suprimida y organizó una campaña virtual que desembocó en una
fuerte participación e implicación ciudadana para mantener y restaurar esa
pintada. Finalmente, a través del activismo ciudadano, el Ayuntamiento de
Barcelona ha respetado los deseos ciudadanos y se ha conseguido investigar
sobre quien fue Miquel Pedrola.
 También se generan nuevas
herramientas online fuera de la administración para aprovechar a toda la ciudadanía
activa que quiere participar en mejorar sus comunidades: fixmystreet,
arreglamicalle, patient opinion… que generan mucha participación y mucha
difusión.
 Esa participación hace que las
ideas y los problemas sean mucho más visibles, y que consigan que las
administraciones se pongan en marcha para mejorar, a través de esas propuestas
o quejas que se generan desde fuera, sus actuaciones.
 La acumulación de comentarios o de
propuestas/quejas hace que aumente para la administración el “coste” de no
responder rápida y adecuadamente. Detrás de cada tecnología hay siempre una
ideología desde la que se plasma. La Web 2.0 no es simplemente un sistema para
hacer nuestras compras más sencillas o facilitar la votación en unas
elecciones. La Web 2.0 tiene como base teórica de funcionamientos principios
como la sabiduría de las multitudes de Surowiecki, que afirma que en el grupo
hay más inteligencia que en la que encontramos en los miembros más inteligentes del
grupo.
 La Web 2.0 también se organiza
desde criterios de funcionalidad, con el bazar como metáfora para una creación
colectiva horizontal. Es la red donde reina el principio hacker de que la
información quiere ser libre. Es un espacio organizado desde la cultura del
remix, en el que la información fluye de forma horizontal y es reutilizada por
los diferentes usuarios, estableciendo feedbacks positivos de colaboración. La
Web 2.0 no es solo tecnología.
 Es también una propuesta lúdica,
organizativa, estética y, sobre todo, ética. Su potencial para transformar la
participación política es muy alto, si sabemos realmente aprovechar todo lo que
nos ofrece.
LA ONDA® DIGITAL